Hete aquí que voy a concluir aquello que me propuse. A ver, que no han sido
las doce pruebas de Asterix, ni los
doce trabajos de Hércules. Por ser
no han sido doce. Tan solo cuatro. Pero entre desgana, pereza, vagancia, molicie
y demás cualidades, pues que se me ha hecho cuesta arriba el ir llenando el
blog. Este año no he tenido a bien ni hacer el mensaje de fin de año. Cualquier
día me echan. Total, que sin miramientos ni introducciones extrañas, nos vamos
a la cuarta entrada sobre videojuegos. Cuarta y última. Tiempos modernos. O no
tan modernos, como pronto verán.
Porque el otro día nos quedamos en la sala de juegos y hoy vamos a empezar
con la evolución natural de las mismas. Cuando las salas dijeron adiós y nos
quedamos huérfanos de su encanto, los ordenadores evolucionaron hasta
permitirnos disfrutar de los juegos por los que pagábamos a cinco duros las
tres vidas. Los emuladores trajeron la diversión al hogar. Se perdía en entorno
pero se ganaba en seguridad. Así pude disfrutar del "Puzzle Bobble 2" en casa. Mi madre, adicta reconocida a todo
este tipo de maquinitas que carga el diablo (ahora le da al Candy Crush), cayó en las redes de los
dragoncitos del "Puzzle Bobble"
hasta el punto de retarme a duelos en momentos en los que yo debería estar
estudiando. Como a una madre no se le lleva la contraria, pues acabamos jugando
al ordenador. Luego veías burbujas de colores por la noche como un
politoxicómano cualquiera.
Años antes de la llegada de juegos como "Guitar Hero" apareció el "Quest for fame" con Aerosmith
al mando y un juego en el que enchufabas una pequeña púa en el port de la
impresora y con eso y el palo de una escoba el éxito musical estaba a tu
alcance. A la vez, la cercanía de las groupies o la caída en el insondable
abismo del alcohol y las drogas quedaba lejano, pero acabarse el juego en una
tirada significaba agarrarse una buena sudada al ritmo de los grande éxitos de
la banda de Boston. Una cutrada deliciosa.
Antes de saltar del ordenador a las consolas de nuevo cuño me dio tiempo de
disfrutar de una obra maestra como el "Monkey Island 3". Delirante, divertido, entrañable, genial,
mágico. Una obra de arte nivel jugable y
de guión. Con momentos grandiosos como tu no-muerte (no se puede morir en los Monkey Island como bien recordaba el
bueno de Guybrush Threepwood), el ser devorado por una pitón, o el duelo de
banjos. Estos juegos sí que desarrollaban la imaginación y fomentaban
divertirte ante un ordenador.
Pero llega el momento de dejar el hogar y emigrar por primera (de muchas)
veces. Holanda nos recibió con los brazos abiertos al hermano Pol y a mí. Juntos compartimos un
cuchitril en casa del tito Rob.
Veinte metros cuadrados y un colchón en el suelo para el bueno de Pol. Regresamos en navidad a Asturias y Kike, un entrañable amigo con el buen
gusto suficiente como para seguir este podreblog, tuvo a bien regalarme su Playstation 1. Nunca le estaré
suficientemente agradecido. Con eso y provisiones del duty free, nuestro retorno a tierras holandesas coincidió con una
brutal adicción por el "Colin McRae".
Partidas a dobles esquivando "arbolés",
haciendo "trompetes" y
sufriendo "volquetones", demostrando
que Steve Wonder tenía toda la razón
en el anuncio aquel, me hicieron pasar un tiempo imborrable delante de la
consola.
Luego del periodo holandés volví a "trabajar", así, con comillas, a Oviedo. A la alargada sombra
del Dr. Jandro (personaje fundamental
de este blog) logré importantes avances en el campo de la biología molecular. Pero
quiso la providencia, si es que la providencia se puede llamar Tito, arramblar con todas las
provisiones económicas del laboratorio y sumirnos en un paisaje de pesadilla.
Sin dinero y sin comandante, la nave tornó a la deriva. La ventaja era tener
dos ordenadores y el "Quake".
Partidas a dobles en el lugar de trabajo. El sueño de muchos. Terrible vivencia
por momentos, porque hay pocas cosas más duras que ir a tu lugar de trabajo
sabiendo que no tienes nada que hacer allí. Aun con todo, aquellos momentos los
recuerdo como algo brutalmente divertido.
Como los tiempos avanzan, a la casa que estrené con la que ahora es mi
señora esposa, llegó la Playstation 2.
Y con ella el "Pro Evolution 5".
El juego al que más horas he dedicado en mi vida. He tenido cuatro copias del
mismo. Cuando el PES5 se pone a
hacerte trampas, no conoce límites y pese a ser el mejor juego de fútbol que he
jugado en mi vida, cuando tu lateral derecho sale por banda izquierda y le
centra el balón al rival que te pilla una contra en la que tu portero está
recogiendo margaritas, el central mirando al tendido y el mediocentro bailando
sardanas, pues, como que te jode y a veces la paga el CD. En su momento tomaba
las trampas sufridas como algo negativo. Hasta que llegó el "FIFA14". Ahora veo aquello como
una broma dulce.
Este FIFA es la versión más tramposa de lo tramposo que puede ser un juego
de fútbol. Su base de datos es brutal y su nivel de realismo es muy alto. Claro
que hoy lo he desinstalado por completo harto de sentirme timado por un sistema
de entretenimiento casero. Cuando tus defensas chocan entre sí, a tu delantero
no le apetece rematar un balón a puerta vacía y lanzas seis balones al palo de media
por partido, pues, como que te jode. Que ya lo había dicho antes. Pero es que
no veas como jode. Claro que en breve lo volveré a instalar. Si es que no hay
como ser imbécil.
Pero la Playstation 3 la estrené
como debe ser, con un FPS. El "Resistance".
Y el mejor de los "Resistance"
es el segundo. Atención a los spoilers porque este juego me dejó con una
tristeza total. El personaje, Nathan Hale, pasa (junto a ti) todas las penurias
imaginables. Infectado por las quimeras (los malos) se abre camino por el campo
enemigo hasta derrotarlo completamente. Solo que al vencer, el propio Nathan (tú)
se convierte en el enemigo y ha de morir. No se puede hacer eso. Acabar un
juego de tiros y querer echar la lágrima no es justo. Es un juego de poco
nombre, pero muy recomendable.
Llegamos al final con dos juegos de superhéroes. Bueno, de un superhéroe.
Empezamos con "Lego Batman".
Para niños dicen. Ponte a jugar con tu mujer y te pasas horas entretenido. Así
de simple. He probado otros juegos de Lego
pero ninguno ha llegado al nivel del primer Batman. Una obra maestra de
diversión en pareja.
Y si hay un juego que me ha quitado horas de vida ha sido el "Arkham city". Y no solo a mí. Como
Batman o Catwoman patrullé Gotham hasta acabar con el Joker. Y lo hice tras
pasar previamente por Dos Caras, Hiedra Venenosa, Solomon Grundy o Mister
Freeze. Pocos juegos me han transmitido la sensación de meterme en el personaje
como éste. Y sentirse Batman no es moco de pavo. Doy fe que mi señora disfrutó
dando leña en la piel de una Catwoman imparable y demoledora. Si no es el mejor
juego que he jugado en mi vida, poco le falta.
Y eso es todo. Claro que me he olvidado de cosas. No dejemos atrás que me
deshice de mi lista primigenia. Sin embargo este es un repaso, no solo de
juegos a los que he jugado. Si lo reviso todo en conjunto he podido pasar por
casi toda una vida. Desde la niñez hasta los taitantos que tengo ahora. Mirándolo
en retrospectiva es que, oye, no se salva nadie. Todos los que me rodean han
sido unos viciados de los videojuegos. Esposa, padres, amigos y demás familia.
Si es que no se puede negar que he tenido suerte en la vida al buscar gente de
la que rodearme.
Fíjate que si compro un perro igual se engancha |
De Nada Adolfo...te la volvería a regalar siempre que la necesitases....además sabiendo que te fue muy útil por tierras holandesas....
ResponderEliminarUn abrazo y Feliz Año!!!
No he dicho que, además, los juegos nos los regalaste tú. Un detallazo. Feliz año para ti también y otro abrazo. Por cierto que la play1 está todavía viva en casa de mis padres.
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