Estoy estas semanas
asistiendo a un curso de formación dedicado a moldear los líderes de nuestra
universidad. Un curso lleno de las típicas milongas tan protoyankis que abusan
de la idea de que, si lo sueñas con fuerza, todo es posible. Yo me opuse
vehementemente a la idea expuesta de que todo aquel que lo desee, con el
entrenamiento adecuado, llegará a ser capaz de liderar un grupo y lograr que la
productividad, la tranquilidad y el disfrute de sus seguidores alcancen cotas
máximas. No estoy de acuerdo. No creo que todos seamos líderes de manera
natural ni que sea una aptitud que se pueda despertar con entrenamiento. Yo
desearía ser el base de los Knicks, pero no creo que a base de entrenar
sea capaz de disputarle el puesto a Jalen Brunson. Sin embargo, leyendo
tebeos soy un crac y hay un tebeo en particular en el que asistimos a las
verdades del liderazgo. Dicho tebeo es la nueva entrega de los Transformers.
Daniel Warren
Johnson y Jorge Corona nos traen un nuevo
nacimiento de estos personajes y el resultado en los siete números que llevamos
juntos no puede ser mejor. De nuevo, volvemos a encontrarnos con el Arca
llegando a la tierra y nombres y apellidos familiares. Sin embargo, en esta
ocasión no aparecen decenas de robots multiformes. El peso de la historia recae
básicamente en Optimus Prime, Starscream y Soundwave. Los humanos también
tienen su relevancia al mostrarnos los paralelismos entre los dos mundos, pero
es de líderes de lo que venimos a hablar y los tres anteriormente mencionados
son los que tomaran el mando de ambas facciones robóticas.
Por el lado del
bien está Optimus, un guerrero que valora la vida por encima de todo y que lucha
contra su propia alma de soldado. Líder indiscutible de los Autobots, su
capacidad de mando y sacrificio está por encima de toda duda. Sin embargo, su
afán de proteger vidas inocentes dejará algún resquemor entre sus filas que
entienden que Optimus adolece de la requerida visión a largo plazo del
conflicto. El sentimiento de culpa lastra su capacidad de dirigir a su ejercito
y le convierte en un capitán al que seguir al fin del mundo, pero sabiendo que podría
sacrificar a todo su equipo por un bien mayor.
En el lado del mal se encuentra el malvado Starscream. Con Megatron fuera de escena, el temible avión rojo, blanco y azul, está al mando de los peligrosos Decepticons. Este Starscream es cruel con los humanos, egoísta para con los suyos y peligroso para cuanto le rodea. Pagado de sí mismo, su exceso de confianza y su falta de un plan definido le convierten en un líder basado en el terror de su crueldad y lo impredecible de su comportamiento. Sus acciones causarán el mayor de los dolores en la tierra y entre sus enemigos, pero también entre sus compañeros.
Y ahí entra el
líder perfecto. Soundwave es el segundo al mando de los Decepticons. Siempre lo
ha sido, siempre en la sombra haciendo lo que sea necesario por el bien de sus
camaradas. Ha seguido a Megatron al fin del universo y entiende que ahora ha de
hacer lo mismo con su nuevo jefe. Pero llega un momento en el que la lectura
del partido cambia y Soundwave se da cuenta de que su grupo, sus compañeros, sus
soldados están cayendo mientras su líder no hace nada por remediarlo. El séptimo
capítulo de esta saga de cómics nos muestra al Soundwave más desatado y poderoso.
Harto de aguantar a un jefe incapaz, Soundwave decide que es hora de dar el
paso y ascender en el escalafón social. Durante varias páginas luchará por el
poder con Starscream de una manera brutal, descarnada y hasta sádica. Este
tebeo nos muestra la versión definitiva de uno de los personajes favoritos de
mi infancia. Toda la ira y la furia del espía Decepticon surge porque
Starscream ha pateado a su perrito robot. Y es que John Wick ha dejado
claro que hay tipos tranquilos a los que vale más dejar en paz y que jugar con
las mascotas de otro es una llamada a la ruina.
Siete números cargados de drama, lucha, violencia, muerte y robots que se odian y se aplican las más demoledoras llaves de lucha libre (no en vano, los creadores del evento vienen de trabajar en cómics dedicados al mundo de las doce cuerdas). Nadie está a salvo desde la página uno y todos los personajes tienen algo que les convierte en protagonistas en algún momento. Altamente recomendable, aunque no te gusten los robots transformables y la demostración de que las buenas ideas pueden crear buenas historias casi con cualquier cosa.
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