Los balances de poder son fundamentales a la hora de contar una historia o narrar una confrontación entre el bien y el mal. Es por ello que durante cualquiera de las batallas a gran escala entre héroes y villanos, algunos de los clásicos pesos pesados de Marvel desaparecen de escena. El ejemplo más claro de esto suele ser la ausencia del increíble Hulk durante el conflicto causado por la guerra civil superheroica de 2006.
Esto se debe a que los personajes con niveles de poder fuera de cualquier escala son difíciles de controlar e incluso difíciles de integrar en algunas historias. Y por esa razón el Hombre Molécula es un personaje tan interesante como complejo de entender, adaptar e interpretar.
Owen Reece, el Hombre Molécula, nace en las páginas de los Cuatro Fantásticos de la misma manera que han nacido múltiples personajes a lo largo de la historia. Por accidente. Un don Nadie que recibe poderes más allá de toda medida y toda comprensión, el pobre Owen se recupera de un suceso casi mortal convirtiéndose en uno de los seres más poderosos del Universo. Capaz de controlar las moléculas que le rodean, el poder del Hombre Molécula se antoja ilimitado. Un ser imparable. Tal es así que el villano novel es capaz de poner contra las cuerdas a los inquilinos del edificio Baxter durante su primer enfrentamiento.
Algún tiempo después se nos explicaría que el nacimiento del Hombre Molécula no fue un accidente, sino el efecto de la acción del Todopoderoso, un personaje de singular historia y estilismo tirando a ochentero. Sin embargo, lo más interesante de alguien como Owen Reece ha sido siempre su desapego hacia los poderes que le convirtieron en un dios, un tratamiento del personaje que le aleja de los clásicos megalómanos superpoderosos y lo acerca al lector.
Porque tras las primeras guerras secretas, Owen volvió a nuestra tierra, cansado y hastiado de trajes de colores y luchas intestinas. Además, regresó con novia y decidido a asentarse como uno más de los mortales. El plan del Hombre Molécula era sencillo. Un trabajo rutinario y palomitas delante de la televisión. Una utopía para el ser más poderoso del planeta. Una demostración palpable de que todo gran poder conlleva una gran responsabilidad, pero de que dicha responsabilidad no está al alcance de cualquiera. Owen, para bien o para mal, decidió aislarse de los poderes que le convertían en un dios y encontró la felicidad en la belleza de lo simple.
Obviamente, la vida tranquila de Owen duraría poco tiempo. Cuando el Dr. Muerte o Klaw entran por la puerta, la felicidad salta por la ventana. Aventuras y desventuras con cubos cósmicos mediante romperían la relación entre Owen y su novia Volcana y darían al traste con las ganas de vivir una vida rutinaria del Hombre Molécula.
Recientes eventos convertirían a este personaje en poco menos que un elemento de poder que ser aprovechado por otros menos poderosos, pero más talentosos. Owen Reece ha sido determinante en muchas historias de Marvel sin alcanzar nunca el estatus principal en ninguna de ellas ni el verdadero potencial de un personaje destinado a ser uno de los villanos más importantes de todo el panteón Marvel. En su lugar, tenemos a un hombre destrozado por una carga insoportable y una soledad inasumible. Quizá eso sea lo más interesante de cuanto rodea al invencible Hombre Molécula.
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