Los locos sesenta son años icónicos para todo buen marvelómano de pro. Estamos en una década de cambios, de luces y sombras. Los Cuatro Fantásticos aparecen en 1961, un año antes de que el apocalipsis nuclear asomara la patita por debajo de la puerta con la crisis de los misiles en Cuba. El año 1963 ve nacer a Spider-man y a la unión de los héroes más poderosos del mundo mientras JFK muere en las calles de Texas. El planeta cambia a pasos agigantados y los cómics deben hacer lo mismo. De ello se encargan grandes genios del medio. Stan Lee, Steve Ditko y Jack Kirby. Verdaderas fuerzas regeneradoras, verdaderos impulsores del noveno arte. Su unión dará lugar al universo más grande de la historia del cómic americano.
Antes de que el hombre pasee por la Luna, estos genios habrán parido a algunos de los villanos más importantes del Universo Marvel. Acorde con los tiempos nacerán ejemplos de los peligros que asolan al hombre común y estadounidense. El Fantasma Rojo, comunista malvado con sus esclavizados simios. El Mandarín, modelo del peligro que podía provenir del gigante dormido. El Lagarto, paradigma de los riesgos de jugar a ser Dios en un laboratorio. El malvado Magneto, enemigo y defensor de los derechos de los nacidos mutantes. El Doctor Muerte, cúspide de la villanía jamás superada por ningún personaje Marvel. Todos estos nombres venerados hoy, nacieron en esta década.
Claro que siempre hay espacio para uno más. Y donde cabe uno, caben dos, o doscientos. Por cada Víctor von Doom tiene que haber varios Peter Petruski porque el universo ha de estar en equilibrio y el Universo Marvel no es ajeno a estas leyes de la física. El Puercoespín, el Hombre Planta, el Escarabajo… decenas de enemigos menores destinados a llenar las páginas de unas historias que estaban naciendo para diversión del personal. Múltiples oportunidades para todos y cada uno de los recién llegados. El Juggernaut, el Rino, la Abominación, pesos pesados que compartían espacio con el Conmocionador o el Láser Viviente. El campo estaba abierto para abonar y no había límites para las semillas de la imaginación. Obviamente, no todo lo que se cultivó en aquella época dio frutos aprovechables, pero no cabe ninguna duda de que todo personaje de los sesenta se creó con la ilusión de los padres primerizos. Stan, Jack y Steve invirtieron tiempo en energías en cada uno de sus partos y cada uno de los villanos recién nacidos recibió un don especial y único, aunque alguno de esos dones fuese tan inútil como tener las piernas largas.
Algunos llegaron a lo más alto, otros se perdieron en el camino, pero todos tuvieron la oportunidad de nacer, crecer y disfrutar de esa época germen de lo que hoy en día es el cómic americano.
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