Inauguremos una nueva sección en este decrépito blog que languidece presa de la falta de tiempo del que esto escribe. Para subsanar dicho problema, voy a traer a mi pequeña esquina de internet una serie de textos que escribí allá por 2020, largo tiempo atrás. Unos textos que, compilados convenientemente, trataban de responder a una cuestión que rondaba mi mente. Dicha pregunta clave era y es ¿a quién le puede interesar leer acerca de diferentes personajes secundarios, fracasados y olvidados del universo Marvel?
La respuesta me es todavía hoy
desconocida, pero si me tomo un minuto para pensar en nuestro entretenimiento
diario y en lo que diversas plataformas, redes sociales y pantallas nos ofrecen,
parece que nada hay más morboso que observar el fracaso, la desdicha y el
oprobio ajeno. Además, parece que esta atracción por los perdedores genera una
adicción incontrolable. Por poner un ejemplo, si nos centramos en el universo
televisivo, ese que ocupa horas y horas de nuestra existencia, podremos
comprobar como cientos de programas, programaciones enteras o hasta canales
propiamente dichos, están destinados a mostrarnos a los eternos fracasados, a
los descastados y a los parias del gran hermano, alguna isla perdida o similar.
De esta manera, quizá como sociedad estemos lavando nuestras culpas o purgando
nuestras penurias sintiendo que, al menos, hay gente que está igual o peor que
nosotros. Aunque puede que la razón de nuestro malsano interés sea otra.
Busquemos una explicación en las páginas de un universo tan rico como el que se generó a partir de la revista Timely Comics, en el cual la posibilidad de encontrar perdedores, frustrados y malogrados es amplia y extensa. Porque díganme con total sinceridad, ¿quién es Peter Parker? ¿Qué méritos ha hecho para ser el héroe de la función? Peter es un estudiante de secundaria con acné, huérfano, miope, sin amigos, sin talentos físicos, sin éxito. Luego se pone unas calzas rojas y azules con ojos de bicho y todo cambia, pero el Parker con el que nos identificamos no pasea a lomos de su red por los cielos de Nueva York. Nuestro Peter es el empollón de la clase, ese maldito soñador enamorado de la ciencia y de chicas inalcanzables. Así que, visto lo visto, ¿por qué tantos amamos a Peter Parker? La respuesta parece evidente. Porque Parker, quizá por la ayuda de una araña radiactiva, el cosmos o las coincidencias astrales, sigue siendo un perdedor que se enfrenta cada página, con el mejor de los rostros, a su tan acostumbrada derrota. Y lo que sucede es que ese superhéroe, que afronta las adversidades del día a día, triunfa con cada caída. Parker es la clase de tipo que se lleva a la chica de sus sueños para perderla de la manera más trágica posible y al que, más tarde y casi sin buscarlo, le toca la lotería más pelirroja que existe. El asombroso Spider-man es ese muchacho que, tras enfrentarse al odio de Norman Osborn o J.J. Jameson, llega a casa en Forest Hills para encontrarse cara a cara con el amor de su tía May. Un amor incondicional, firme, sincero. En definitiva, Peter se levanta cada día derrotado y se acuesta, sin saberlo, vencedor. Y eso nos llena de orgullo, nos identifica y nos anima.
Así que cuando miramos al otro lado, a la otra acera, a esos supervillanos de Marvel que pueblan y dan color a las páginas de los cómics que amamos, ¿con quién nos identificamos? Es fácil querer ser Victor von Doom o un amo del magnetismo. Es normal odiar al Cráneo Rojo, disfrutar con las maquinaciones de Loki o querer que Thanos alce el guantelete del infinito para chasquear los dedos de nuevo y ver qué pasa después. Pero ¿con quién nos identificamos? ¿qué supervillano seríamos usted, yo o la vecina del quinto? ¿El Anillador? ¿El Trampero? ¿Titania? Cualquiera de estos personajes está sobrado de habilidades, talento y aptitudes, pero falla y pierde cada una de las peleas en las que se mete. Da igual que usen trucos de manual, ataquen las debilidades del rival o se enfrenten al héroe de turno en superioridad de seis contra uno. Han nacido para perder y en eso, son muy buenos. Los mejores.
Lo que las páginas de Marvel no nos cuentan es que,
cada noche, los anónimos Morris Bench, Fred Myers y Andrea
Haggard se van a la cama, al igual que Peter Parker, acostándose
perdedores y lamiéndose las heridas de otro día sin suerte. Sin embargo, se
levantan cada mañana tratando de volver al ruedo y encontrar esa vitoria
esquiva, ese día de gloria, ese triunfo final. Eternos ganadores acostumbrados
a perder. Esa actitud, ese valor, amigos míos, tiene mucho mérito y es digno de
leer. Aunque no le importe a nadie. Por eso estamos aquí, ¿no creen?
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