LA EDAD DE ORO DEL PERIODISMO DEPORTIVO

Periodismo deportivo en vena. Escena primera. En un cuartucho se juntan, entre otros, Juanma Castaño, Julio Maldonado y Juan Antonio Alcalá, ¿qué puede salir mal? De los tres, solo el último  parece haber terminado la carrera de periodismo y digo esto sin la pretensión de sonar elitista, pero imaginen la siguiente situación. Está usted muy enfermito y, como en los malos chistes, necesita de un médico, un biólogo y un abogado. Los tres se presentan en su casa y le dicen que nunca acabaron la carrera o que estudiaron bellas artes, pero que esto de la cirugía, la inmunohistoquímica o el derecho se les da de muerte y es a lo que se dedican ¿Aceptarían a este tridente de artistas como su cirujano, como el tío que le analiza un posible tumor o como su representante legal? Yo tampoco. En el periodismo deportivo sí vale no acabar la carrera. Da una idea del nivel de la profesión. Claro que visto lo que está pasando, quizá tener un título de periodismo solo sirve para hacer peor tu trabajo.

Porque Alcalá es, simplemente, uno de esos personajes patéticos y oscuros que proliferaron a la sombra de la guerra entre de la Morena y García. Un perro de presa, un escarabajo especialista en revolver entre los escombros, la chatarra y la basura. Un tipo que no sería nadie si no fuese por su habilidad para remover la mierda buscando qué puede oler peor. Lejos quedan sus comienzos, cuando convirtió a Abraham Olano, campeón del mundo de ciclismo, plata olímpica y ganador de la vuelta, en su saco de boxeo particular. En lugar de informar, trabajo de un informador o periodista, Alcalá ganó peso como opinador y decidió que en las trincheras se estaba más calentito y a salvo.

Para los que eramos del CLAS, Olano era uno de los nuestros

Visto que en el hedor se movía con soltura, Juan Antonio decidió tirar para adelante y como miembro de pleno derecho de la cadena de la Conferencia Episcopal entendió que aquello de poner la otra mejilla era una idea cojonuda siempre y cuando la pusieran otros. Un día, enunció profundo que los futbolistas del Barcelona se juntaban con doctores de dudosa reputación y que el Real Madrid iba a denunciar la movida. Todo falso y doscientos mil palos volando de la cartera de los que contribuyen a las nobles causas de la iglesia en dirección a las arcas del club blaugrana. Un año más tarde repite jugada y se saca de la manga que un Espanyol, que no se juega nada, se ha vendido a un Sporting de Gijón que no tiene un duro en el bolsillo. La victoria gijonesa, según el insigne periodista, se acordó en los despachos. No hay pruebas ni hacen falta. En Gijón pasan, en Sarriá no. Cien mil euros más del dinero del creyente en dirección a la cuenta corriente de un club deportivo.

A ver si saben quién entrenaba al Sporting de aquella

Y ahora, al bueno de Alcalá, no le queda más remedio que manipular los audios de un seleccionador español para dejarlo como un machista y un personaje ridículo, algo que a los oyentes de la COPE les suele traer sin cuidado. No en vano, hace años las tertulias de Federico Jiménez Losantos con Pedro J. Ramírez y Ansón eran un cortijo de barbaridades y ningún oyente de la radio católica levantaba una ceja. Pero los tiempos cambian y hay gente a la que no le parece bien que le mientan desde las ondas. Al día siguiente, el burdo truco de prestidigitador manco es destapado y se ve que Alcalá tiene el mismo talento para mentir que para todo lo demás. Como entre bomberos no se pisan la manguera, Paco González y Juanma Castaño, representantes de lo peor que puede salir de Asturias, dicen aquello de “sí, mentimos, peroooooo” y Alcalá pasa a un discreto segundo plano mientras baja la marea.  

El problema no es que este muchacho sea una lacra para la información deportiva. El verdadero drama es que siga pudiéndose llevar el pan a la boca y que siga teniendo un contrato para trabajar en un campo para el que no solo no está preparado, si no que es lesivo, dañando la reputación de todo lo que toca. Aunque quizá ahí esté el éxito. Hemos pasado de Nacho Lewin y Michael Robinson a Tomás Roncero y Josep Pedrerol. Quizá por eso Alcalá sigue cobrando un salario y quizá por eso sigue empeñado en mentir, engañar, profanar y decir las mayores estupideces que se le ocurran. Porque vende. Y mientras venda nos mantendremos en la edad de mierda del periodismo deportivo español. Luego, España cae en el mundial y la flor y nata de la prensa española salta la banca y se baña en orujo y miel. Nos quedan “periodistas” para rato. A disfrutar.