Corría el año 2002. El año del euro, del corralito o de la oveja Dolly
con artritis. El rey emérito era rey, el SARS una broma comparado con lo que
vendría y Villa goleaba para un Sporting capaz de imponerse en el
Calderón mientras el Depor ganaba la copa del Rey. Otros tiempos, qué duda cabe. El año de Spider-man,
maldita sea. De aquella todavía pronunciábamos “espíderman” y nos
dejábamos de anglogaitadas. Tobey Maguire era un chico de cara triste y Kirsten
Dunst la única pelirroja disponible en tiempos en los que Jessica
Chastain ni había debutado y Bryce Dallas-Howard cumplía 13 años sin
saber lo que le deparaba el futuro.
El Universo Marvel, donde el 73% de las mujeres son pelirrojas |
Así que allí nos fuimos, al cine en manada, a ver de una maldita vez a
nuestro héroe favorito en la gran pantalla. Una gozada, si me lo permiten. Sam
Raimi dio en el clavo y nos entregó al Peter Parker que necesitábamos. Y
por si acaso nos quejábamos de algo, por allí rondaba Randy Savage, el futuro
marido de Sofía Vergara, la siempre salerosa Elizabeth Banks, Xena
con pintas de tirada, el glorioso Bruce Campbell y ese actorazo que es y
será J.K. Simmons. Nada podía salir mal, y nada salió mal. Si acaso ese Duende
Verde escapado de alguna reposición de los Power Rangers, pero quién se
iba a quejar si tras el casco estaba ese pirado delicioso que es Willem
Dafoe.
Tampoco estaba tan mal |
Años después repetimos. Se subió al barco un tipo con cuatro patas metálicas
y el Doctor Octopus se convirtió en un icono. Lo que vino después no tuvo tanta
gracia. Raimi perdió el timón, Electro se convirtió en una broma y Gwen
Stacy murió sin que a nadie le importara un pimiento.
Peter Parker, jurando venganza desde 1973 |
Así que llegó Disney y, casi 20 años después alguien pensó que, para bien o para mal, era bueno traer de vuelta a todo aquello que hizo de Spider-man una leyenda del séptimo arte. El multiverso estaba a punto de nacer y vino en el momento justo. Es ahora, más que nunca, cuando necesitamos este tipo de cine. Divertido, de escasas pretensiones y que nos recuerda tiempos pretéritos, quizá no mejores, pero diferentes. Y en pantalla aparecen todos aquellos personajes que nos alegraron diez, quince, veinte años atrás, y nos dejamos llevar por el ruido, los fuegos artificiales y un guion sencillo que recuerda a alguno de aquellos “Marvel Team-up” que teníamos tirados en la habitación. Aquellas historietas en las que Ben Grimm y Peter Parker luchaban contra Basil Elks. Esos tebeos en los que dos héroes eran necesarios para vencer a Turner D. Century. Tramas simples que leer bocadillo de nocilla en mano.
Turner D. Century, villano de leyenda |
No es necesario que Spider-man: No way home sea la mejor película de
la historia. No necesita serlo. Es una película que apunta a otros
sentimientos. Que hace que el chaval que se sentó en el patio de butacas en
2002 vuelva a este 2021 y se asome a un multiverso sin mascarillas, sin virus, sin
lamentos. Durante dos horas y media, unos tipos en mallas van a dar vueltas en
la pantalla, abrazarse, reír y llorar. Enemigos mortales se dedicarán a hacer
maldades y nuevos amigos nos enseñarán (otra vez) que todo gran poder conlleva
una gran responsabilidad. Y, ¿qué tal la película? A usted puede que no le guste. Para
mí, maravillosa. El cine son sensaciones que no todos vivimos igual. Es por eso
por lo que los que en 2002 estuvimos semanas dando el coñazo con la peli de Spider-man
saldremos del cine con una sonrisa en los labios. Gran noticia en los tiempos
que corren
Y por fin Electro se parece a Electro |
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