El Sporting
ya no es lo que era. Bueno, entiendo que nadie es lo que era y que eso es, en
parte, consustancial a la vida misma. Dentro de esta vida misma, yo mismo me
veo afectado por el paso del tiempo. Antes ocupaba mis tardes de fin de semana en
darle patadas al balón en el viejo campo de cemento del colegio San Pedro de
los Arcos. Tres horas nos pasábamos allí, lluvia o sol de justicia, desde
los nueve años a los veintitantos. Sábado y domingo, con exámenes, con diferentes
tonos de resaca, pero siempre con ganas. Eso era antes. Ahora necesito las
tardes sabatinas y dominicales para echar la siesta y recuperar algo de la
barra de energía porque nada es lo que era y yo menos que nadie.
Volvamos a las
orillas del Piles. Olor a río y lo que no es río, a mar y lo que no es mar. Corre
el año 1987 y Ablanedo II es dios para mí. Ahora va en las listas del PP
por Gijón con el número catorce, número feo para un portero porque un grandísimo
guardameta como Ablanedo solo puede llevar el uno. El trece si está de
bajona, pero nada más. En fin, dejemos atrás ese borrón del hombre que me hizo
querer ser cancerbero y volvamos al abril del año 1987.En esos días, Sugar
Ray Leonard gana algún título de boxeo porque eso es lo que hacen los tipos
que se llaman Sugar Ray. Mientras, en algún lugar de la televisión estadounidense,
un loco genial decide poner unos dibujos animados amarillos y feos en un show televisivo
creando una historia que acompañará la vida de muchos. Es abril de 1987 y yo
piso el Molinón. Desde entonces he estado a los pies de las cataratas del
Niágara, en mitad de la quinta avenida, rodeando el Big Ben. Maravillas todas
ellas que palidecen en comparación a situarse tras la portería del Molinón con
mi padre, acérrimo oviedista, pero padre ante todo.
Otros tiempos |
No recuerdo que
comí ayer. Bueno, sí que lo recuerdo porque en la cantina del University
College decidieron homenajear al reino al norte del Peñón de Gibraltar y me
sirvieron paella con patatas bravas como plato único. Una receta que haría que cualquier
españolito de a pie se arrancase la camisa a medio camino entre un grito a la
patria y un lloro de desolación. Yo me lo comí sin pestañear. Pero olvidemos
las deconstrucciones y destrucciones gastronómicas planteadas por los cocineros
ingleses, gente con larga tradición en ese área, y volvamos a la vera del
Piles, abril de 1987. Gana el Sporting, ¿saben ustedes cuán difícil es decir eso hoy en
día? Gana el Sporting y gana bien al Sevilla. Tres a uno. Hoy en
día, ver al Sporting ganar es casi imposible. Como intentar ver la constelación de Orión en
noche de tormenta. Claro que de aquella era más fácil porque había buenas mimbres. Incluso a los que no
han pisado el estadio más antiguo de España, les sonarán algunos nombres más
allá del grandísimo portero antes mentado. Cundi, Jiménez, Joaquín,
Mesa, Eloy. Incluso anda por ahí un tal Enrique Castro, o
don Enrique Castro, o Quini. De algo le conocerán. Con esos tipos todo era más fácil.
Me fui del Molinón y dejé 1987.
Abandonamos tiempo y lugar porque la vida pasa por nosotros y por todos. Volví
al campo de vez en cuando. Unos días, el Barcelona de Johan hincó la rodilla.
Otras tardes jaleábamos a un ruso rapidísimo de nombre impronunciable cuando
nos acercaba a la salvación. Otra vez, cuando el camino se tornaba lúgubre,
Marko Perovic hizo dos goles a un equipo en el que jugaban como delanteros dos
donnadie llamados Albert Luque y Diego Tristán. Nombres importantes o no tanto,
pero nombres antiguos. La última vez que visito el viejo estadio, marzo de
2015, el sol recibe a un equipo llamado a hacer historia. Los nombres no se
pueden comparar con los de casi treinta años atrás, pero los chicos lo
intentan. Lograrán el ascenso para sorpresa de muchos y traerán la alegría,
quizá una de las últimas, a la costa verde.
Dimitri I, el Rápidu |
Ahora, para los que somos del Sporting, cada día un poco menos, cada domingo un poco más, las alegrías están tan espaciadas que casi ni se aprecian. Se fue Quini y Ablanedo resultó ser de derechas. Nunca conozcas a tus ídolos, aunque seguiré siendo un fan del “Gatu” porque no podría ser de otra forma. Llega cada fin de semana y apetece más bucear en los recuerdos que asomarse a los partidos del equipo que llevo siguiendo desde que era un niño. Quizá sea que, nada es lo que era o que nada es para siempre. A lo mejor la culpa no es suya, ni mía, y puede que ver a este equipo languidecer en la nada más absoluta durante lustros sea sólo algo natural. Que sea lo que sea, pero que gusto daría volver a aquellos tiempos. A aquellos en los que el Sporting ganaba de forma natural, en los que cada pachanga que jugaba no convertía mis músculos en fosfatina ni hacía crujir mis rodillas como si fueran a hacerse pedazos. Para esto último hay poca solución. Esperemos que lo del Sporting mejore.
Esa pista de futbito del fondo es uno de mis sitios favoritos en el mundo |
Grande Adolfo,mis recuerdos también fueron esos y ahora veo los partidos de mi hijo con más ganas lo mismo que Los de mi mujer que también juega al fútbol,puede ser una época,una travesía del desierto (la cuestión del Sporting) pero vamos que si se echan en falta aquellos años
ResponderEliminarEnvidia me da la gente que puede seguir al fútbol. No es que yo fuese Maradona o Carmona, pero la edad está haciendo que el fútbol me deje a mí.
EliminarLa travesía en el desierto se antoja larga. Ya llevamos un tiempo y además, la calidad futbolística está cayendo en picado o eso me parece a mí. Veo resúmenes de otros años y sale un Sporting que sabía tocar, se atrevía, buscaba el gol. Lo de ahora es infumable y a veces se convierte en deprimente.
Saludos.
La verdad es que todo lo que se vivió con los fernandez fue degenerativo,lo que me parece es que con los que compran el Sporting ahora es una desilusión pues muchos pensamos que las cosas irían a mejor y vemos que no es así,lo que yo veo es que si bajáramos de categoría estos se estarían un año y luego de no subir venderían lo poco que quedara y se irían dejando un solar en el que se debería de empezar con una refundación
ResponderEliminarEs difícil heredar el patrimonio Fernández, en claro deterioro, y hacerlo brillar inmediatamente. El problema es que el grupo Orlegi vendió la piel del oso antes de cazarlo. Es fundamental aguantar en 2a, buscar un entrenador que sepa de qué va esto y hacer una cierta limpieza de peso muerto en la plantilla.
EliminarBueno Adolfo me despido hasta la próxima deseando que vuelvas a escribir por estos lares tus publicaciones siempre muy interesantes un fuerte abrazo PD soy Rober
ResponderEliminarGrande Rober!! Ya te envío un email un día de estos.
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