viernes, 25 de noviembre de 2022

JUGANDO PACHANGAS CON THERANOS

 

Para septiembre de 2015, Theranos ya se iba a la ruina. En tiempo récord, la compañía había pasado de recibir la aprobación de la FDA para una de sus pruebas analíticas al declive ético total tras diversos artículos periodísticos que mostraban a las claras que debajo del brillante cascarón no había nada de mérito o realidad. En esas mismas fechas de 2015, yo estaba buscando trabajo, así que envié mi currículo a la empresa y solicité un empleo allí. Nunca recibí respuesta alguna, así que se puede decir que esquivé la bala por los pelos.

A veces, es difícil esquivar según que balas

Tampoco se puede decir que no estuviese sobre aviso. Mientras buscaba información sobre Theranos, el nombre de su “líderesa”, término que en este caso adquiere vibraciones casi religiosas, salía por todas partes. No es éste un tema menor, puesto que encontrarte con la identidad y el rostro del CEO no era algo habitual cuando solicitabas empleo en otro tipo de compañías farmacéuticas o centradas en la investigación clínica. Pero, en este caso particular, Elizabeth Holmes tenía mucho que decir. Y vaya si lo hacía. Con cierto interés me senté ante artículos que la describían como la nueva Steve Jobs (mala señal) y rendían pleitesía a lo hipnótico de la voz del cerebro tras Theranos

La serie no está mal

Así que, una tarde me senté en mi oficina, me preparé un café y atendí a una de las charlas TED que la susodicha había dado un año atrás. No daba crédito. Evidentemente era como Jobs, o al menos lo pretendía. Una cháchara sin sentido, una diatriba de inconexiones. Una vendedora de humo en toda regla. No es que yo sea muy listo y ya viese lo que se cocía, no es lo que pretendo decir. Es que ahí no había rastro de nada que pudiese atraer a un científico porque Holmes sabía (y sabe) tanto de ciencia como yo de astrología. Ella estaba ahí para vender, era evidente. Y, sin embargo, aquella voz impostada y engolada echaba para atrás al más pintado.

Creo que es un tema cultural. En España le damos importancia a ciertas cosas que en otros sitios carecen de ella. Por poner un ejemplo; José María Figaredo, diputado por Vox, nieto de un conocido empresario minero recordado por su corto secuestro a manos de sus trabajadores hartos de no cobrar. También sobrino del milagro económico Rodrigo Rato. Escuchen al pequeño Figaredo hablar, aunque es cierto que solo dice sandeces. Por ejemplo, le gusta especular sobre la vida laboral de otros mientras obvia que la suya tiene tanto recorrido como su inteligencia. Oigan esa voz. Al español medio no nos gustan las voces ridículas porque nos alejan del mensaje. De alguna manera, José María Figaredo nos recuerda a Monchito en manos de José Luis Moreno. Es por ello por lo que, con ese tono, Figaredo podría evolucionar de proclamar necedades a enunciar férreas leyes de la electrodinámica, que nunca nos lo tomaremos en serio. Con Holmes pasa igual. Esa voz de marinero con problemas de testosterona cubría el mensaje y anulaba cualquier posibilidad de ser tomada en serio. Por el contrario, en los locos Estados Unidos, su tono de “castrato” con un huevo de más caló hondo. Claro que la mentira tiene patas cortas y Elizabeth Holmes ha acabado cayendo tras engañar a cientos de grandes e inteligentes inversores que no vieron que detrás del humo solo había fuego, pero nada que llevarse al buche.

Sócrates, Aristóteles y Platón. Menudo nivel, Maribel.

En el lado de mi corta historia con Theranos, conseguí escapar sin una respuesta a mi solicitud de empleo. Tiempo después continué mi carrera en la Gran Manzana. No me fue bien, pero al menos no participé de ninguna gran estafa a escala nacional (o eso espero). Ahora, el gran genio de la ciencia penará cárcel, es lo menos que merece. Por robar, que no por poner en peligro la salud pública. Eso es lo de menos, y para saberlo no hace falta cruzar el océano. Ese problema ya lo tenemos en casa.

3 comentarios:

  1. Fiuuu...de buena te libraste. Gentuza que no falte.

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    Respuestas
    1. Creo que mi currículo no daba (ni da) el nivel como para estafar a nadie a nivel científico. No sé si eso es bueno o malo.

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    2. Imagino que como algunas pelis, ni lo uno ni lo otro.

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