Hay algo de justicia poética en el hecho de que la reforma laboral haya salido adelante por la incapacidad de un funcionario público, un tipo cuya posición en el congreso le otorga una seguridad laboral y un salario digno. No un salario como el suyo o el mío. Un sueldo de verdad, con panoja de la rica, con pasta de por medio, con contrato firmado. Con, en definitiva, un sueldo anual de más de ochenta y seis mil euros. Un 8 seguido de un 6 y tres ceros como tres soles. Esto es lo que cobra un señor que, al igual que San Pedro, negó hasta tres veces a su líder en un mismo día. Un muchacho incapaz de acertar con el botón correcto cuando solo hay tres opciones posibles.
Es digno reconocer
que, en esa misma fecha, millones de trabajadores españoles cuyo sueldo era unas
seis veces menor que el del señor Alberto Casero, tomaron decisiones
fundamentales, se dejaron el alma, invirtieron horas en su puesto de trabajo y
sacaron adelante la jornada con brillantez. Para ellos van los cambios de esta reforma
laboral. Light, sí, pero reforma del acto unilateral perpetrado por el
gobierno de M.Rajoy una década atrás.
Me hace gracia que
los mismos que despotrican contra el ingreso mínimo vital (IMV), aduciendo que una
prestación dirigida a prevenir el riesgo de pobreza y exclusión social solo va
a generar vagos y maleantes, toleren en sus filas, en su bando, en su equipo, a
un tipo incapaz de distinguir entre los colores del semáforo. Solo por comparar,
este señor cobra en 3 días un salario mayor que el IVT
mensual ingresado por una pareja que viva en riesgo de exclusión. Con ese
dinero, dicha pareja tendría complicado alquilar un piso en 36
capitales de provincia españolas. Cobrar este extra tampoco va a ser la
solución definitiva, pero ya sabemos que la culpa de todo mal la tienen los
pobres, criminales sin remedio, y sus salarios desorbitados que hacen que
nuestras playas se llenen de malvados chiitas.
Para mí sorpresa,
en la sección de comentarios de algunos de los diarios más sensacionalmente
demócratas, liberales y patriotas, sus lectores extremadamente demócratas,
liberales y patriotas, acusan a uno de los suyos de venderse al mejor postor.
Es un alegre cambio. Normalmente, se defendían las actitudes indefendibles de
los políticos con aquello de que vale más quedar de tonto que de malo. Esta vez
no. Algunos apuntan al malvado gobierno sociópatacomunistachavistafiloetarrabolivariesportinguista
de comprar la ética del buen Casero, mano derecha del portavoz del
partido. Esta vez, a algunos no les vale el “no me consta” o el tan manido
“todo es mentira salvo alguna cosita”. Estos liberales de poltrona y
sofá, de pacharán barato y sueldo ajustado, se creen que la maldad de Perro
Sánchez ha comprado el temido voto del señor Casero.
La realidad es
bien distinta, me temo. La respuesta, simple, está escrita en la historia, en
sucesos ya presenciados. Cual Tamayo y Sáez tiempo atrás, un par
de transfugas de nueva generación deciden saltar al bando ganador. Sencillo y
receta de éxito popular no mucho tiempo atrás. Solo que, esta vez, quiso la
providencia que un muchacho inocente pulsara donde no es y la alegría cambió de
barrio. De barrio rico a barrio pobre, se entiende.
Tampoco se preocupen. Los tres protagonistas de la última sesión del congreso se seguirán levantando cada mañana sabiendo que ingresan casi noventa mil palos por no hacer su labor, o al menos, no hacerla bien. Mientras, los demás, votemos a quién votemos, podremos acudir a nuestro puesto de trabajo sabiendo que tampoco está tan mal ser un incompetente. Se puede llegar muy alto. Se puede vivir muy bien. Que le pregunten a este muchacho, que lleva desde los 22 años viviendo de esto. Algo habremos hecho mal el resto.
Es que ni el guionista más imaginativo. Te ponen esto en una peli o novela y pones el grito en el cielo "¡Deus ex machina como un camión de grande!"
ResponderEliminarEsto no se le ocurre ni a Aaron Sorkin en un brainstorming con Shyamalan y David Fincher.
EliminarJajaja...¡Ni que lo digas!
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