miércoles, 31 de julio de 2019

SUEÑOS PEQUEÑOS



Confieso, y lo hago aquí, libre de testigos, que llevo mucho tiempo con un pequeño sueño, una minúscula fantasía en la cabeza. Como todo deseo incompleto, este soñar despierto tiene raíces que anidan desde hace largo tiempo en mi memoria y que, de alguna manera, conectan con el niño que fui y que nunca espabiló. 
 
Éste es el primer Sporting que recuerdo
Aun pronto para planteármelo, muchos días pienso en qué hacer si, llegado el día dispongo de tiempo libre y recursos económicos suficientes. Mi margarita deshojada me planteó una pequeña respuesta tiempo atrás. Si dios se decide a disponer, el hombre que esto escribe se propone, algún día, crear un pequeño refugio animal en alguna parte del territorio astur. Y ya está. No hay nada más. Tampoco es un gran sueño dirá alguien que se pase por aquí despistado esperando leer algo de mayor calado. Y es cierto. Es un sueño pequeño. Son los mejores.
Por esta zona, más o menos
Tengo esa intención en mente y espero que, con el tiempo, la mente transcienda la materia y esa quimera se traslade a lo terrenal. Todo se andará. Y digo que esta fantasía tiene mucho de mi infancia por cuanto crecí soñador y amante de los animales a partes iguales. Sirva como prueba de esta aseveración que, con el pasar de los años, todavía hay dos tonadas que anidan en mi memoria y que reflejan perfectamente esa unión entre el infante que vive en mi cabeza y el cuarentón que aporrea el teclado.
 
Me estoy volviendo un batallitas
La primera de ellas me trae a mi “yo” soñador. Es una versión de “Arabesque nº 1” de Claude Debussy pasada por los sintetizadores de un japonés de apellido Tomita. Cada tarde que Planeta Imaginario se asomaba al enorme televisor de color marrón de mis padres, allí estaba yo, con los ojos y la mente abierta para transportarme a un mundo de fantasía del que aún no me he apeado.  

La segunda, más salvaje y con más fuste, tiene padre español y comparte procedencia televisiva. Antonio García Abril compuso la sintonía de El hombre y la tierra. Escucharla todavía me produce una nostalgia inacabable. Con todos los claroscuros que pudieran acompañar a Félix Rodríguez de la Fuente, el poder de las imágenes que trajo al hogar de muchos, entre los que me incluyo, fue suficiente para hacerme un enamorado de la fauna, un amor que contó con el suministro inagotable de libros sobre el tema por parte de mis padres. Un amor al que no he sabido dar rienda suelta pero que pretendo recuperar.

En definitiva, un sueño sencillo surgido, quién sabe, de una mente infantil y dos partituras ancladas en mi memoria. Todo es posible. No hace mucho, soñaba con conocer la Nueva York de las películas y hoy día aquí me encuentro viviendo. A veces existen grandes triunfos en los sueños pequeños. El tiempo dirá. De momento aquí lo dejo y, de paso, traigo al presente un tiempo pasado en el que un niño se podía sentar delante de la televisión a imaginar y aprender. 

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