El otro día echamos la vista atrás y hablamos de juguetes. La nostalgia vende y une como pocas cosas en el mundo. Pero el
propio mundo gira y gira y ahora cualquier imberbe prepuberal con diez años de
vida no te sabe montar un Transformer, pero te maneja un iPhone seis mientras descarga aplicaciones, ve vídeos de Youtube y
desencripta las bases de datos de la CIA sin pestañear.
Antes no. Antes éramos de otra pasta. Cuando
yo era chaval, te ibas a casa de un colega con ordenador porque aquello era lo
máximo y le colocaba en un nivel superior. Lo que se conocía como “Nivelón” o “Vaya Level” para los que íbamos a clases particulares de inglés con
Teresina (mi profe). En algún momento de la vida yo fui ese chaval con “Level” que tenía ordenador en casa. El
próximo año, si el paro no lo impide y el viento sigue soplando en la buena
dirección, habré pasado del PC 1512 monocromo de mis padres a la Playstation 4
de mi mujer.
Y leen bien. En mi casa la Playstation es de
mi mujer ¿A cuántas mujeres conocen que se hayan acabado todos los juegos de God of War? Yo a una. La tengo en casa.
Es como el Jamón Guijuelo cuando lo anunciaba Pepe Domingo Castaño: “Única
en el mundo, undo undo undo”.
Pero hoy no toca hablar del presente. Hoy la
máquina del tiempo viaja a los locos años 80 y principios de los 90. Jerséis
gordos con dibujos aberrantes. Pantalón de pana y playeros con velcro. Jugar en
la calle y llamar al timbre a tus colegas. Buenos tiempos.
En aquella época mi padre se compró un
ordenador “Para trabajar”. Eran los locos
tiempos del Wordperfect, el MS2 y el Basic. Un PC1512 que funcionaba con discos de cinco y un cuarto.
Para cualquier menor de treinta años esto es chino. En aquel momento era la
caña. Con aquel ordenador llegaron tres juegos que me hicieron feliz.
Primero llegó el “Digger”, un juego estilo comecocos en el que manejando una mezcla
entre excavadora con ojos, pato con ruedas, te ibas haciendo con todo el oro y
diamantes de la pantalla mientras unos bichos te perseguían. Como detalle, si excavabas
justo bajo la bolsa de oro, ésta caía por su propio peso pudiendo aplastar a
tus enemigos y proporcionándote efímera felicidad. Hago constar que la banda
sonora del juego era la canción “Palomitas
de maíz”. Mientras esto escribo, dicho soniquete resuena en mi vacío
cerebro.
Luego me enganché al “Alley Cat”. Quizá el juego más psicotrópico al que me he enfrentado nunca. Manejando a un gato callejero debes entrar por unas ventanas y superar unas pruebas que van desde comerse a un pajarito a devorar peces en una pecera llena de anguilas eléctricas. Cuando superabas estas pruebas el amor se cruzaba en tu vida y en una pantalla con corazones, gatas coristas, gatos cupido y demás locuras psicodélicas, debías ascender hasta encontrar a la gata de tus entretelas. Si jugáis ahora, y advertidos quedáis, os engancharéis a la canción más pegadiza de la historia del videojuego. Todavía sigue en mi memoria ocupando el espacio destinado a permitirme realizar raíces cuadradas sin calculadora.
Siendo, como soy, un mal conductor, desde
siempre me han gustado los juegos de coches. Una noche no pegué ojo por culpa
del tercer juego en cuestión. El mil veces maldito “4x4 off road Racing”. Esa noche quería jugar y nada más. Así que
cuando mis padres se despertaron entré en la habitación y me metí mi dosis de
un juego en el que podías elegir vehículo, equiparlo y saltar a una carretera
plagada de baches y osamentas de bóvidos fenecidos. Era impresionante. Vigilabas el tanque de
gasolina y el estado del coche. Lo reparabas… era el mundo real. Si en aquella
época me enseñan el Gran Turismo puede que me hubiese dado un infarto.
Pero mis padres veían que aquel niño cabezón
y gafotas necesitaba que le diese el sol. Así que me sacaban del cubil de vez
en cuando y me llevaban de paseo. Craso error, puesto que la máquina del tiempo
de Jugando Pachangas nos ha llevado a
esa época en la que se puede fumar en los bares, nadie llama a la policía si le
das un sorbo de cerveza a un niño, puedes pedir un Okey en la barra y en cada esquina hay una máquina recreativa. Yo
me enganché a muchas.
Sobretodo al “Out Run”. Qué cabrones los de SEGA.
Hacen una máquina con un volante, cambio de marchas y donde puedes elegir hasta
la música. Pilotas un Ferrari Testarossa
descapotable. Te acompaña una rubia que te echa la peta cada vez que vuelcas,
sin pararse a considerar que ella te importa mucho menos que llegar a la meta.
Monedas de cinco duros volaron de la nómina de mi padre a éste videojuego.
Entrar al bar y ver la máquina ocupada era el equivalente a una depresión
mortal.
Pero no solo de coches y rubias vive el
adicto a los videojuegos. Unas buenas tollinas a tiempo no vienen mal. Estaba
por ahí el “Golden Axe”, pero a mí
me mataba el “Altered Beast”. En una
época en que nadie sabía inglés, tú pronunciabas nombres de videojuegos como si
hubieses nacido en Portland, Oregón. Qué maravilla de juego era el “Altered Beast”. Un juego en el que te
transformas gradualmente de tirillas en cazurro, de cazurro en mazas de
gimnasio y de ahí a oso, lobo o dragón. Copón, el sueño evolutivo de Darwin plasmado en videojuego. Mucho
dinero gastado también. Bien gastado, qué demonios. Además no era mío.
Como era moda, en el bar Diamante que había a la puerta de mi casa, decidieron colocar una
recreativa. “Pacmania”. Un comecocos
en 3D. Cágate Manolín. A día de hoy puedo jugarlo casi de memoria aunque mis
reflejos no son lo que eran. La música es digna de Hans Zimmer, si Hans Zimmer
se pusiese de anfetas hasta el colodrillo. Saltar al fantasma morado para caer
en las fauces del rojo era tan habitual como frustrante. La partida concluía y
acto seguido ibas dónde tu padre que estaba viendo un partido del Oviedo en el
que jugaban Gracan, Berto, Elcacho y Gorriarán. “Papá, déjame cinco duros”, él me los
daba sin mirar (a veces eran cien pesetazas para que dejase de molestar) y
vuelta a empezar.
Pero no solo del bolsillo de papá vive el
adicto infante. Mi madre solía llevarme a una hamburguesería pretérita, de esas
que servían comida de verdad y no una cerdada precocinada y recalentada. En la
esquina más oscura de esa hamburguesería habitaba el “Tehkan World Cup”. Ya con ese nombre sabes que tiene que ser un
juego de la leche. Sin mando. Una esfera y un botón. Veía a los chicos mayores
jugar y la tensión se palpaba. Sabías que una palabra más alta que la otra podría
derivar en un conflicto físico. Aquella esfera roja que guiaba a los jugadores por
el campo, se movía a velocidades de ensueño y te permitía hacer goles usando “el truco de la máquina”. A saber. Diagonal
desde el área en los niveles bajos. Córner al segundo palo en los medios.
Entrada por banda, balón a la olla y vela a San Judas Tadeo, patrón de los
imposibles, en los niveles altos. Ahí creo que me enganché al fútbol.
Tanto que los Reyes Magos me trajeron lo más
cercano al “Tehkan World Cup”. El “Emilio Butragueño”. Detalle. Uno de los
tíos del juego era rubio. Ese era el Buitre.
Vamos, digo yo. No es que fuese más rápido, ni más técnico o que exhibiese
pegada como en la vida real. Pero era Emilio.
Sin duda. Solo jugabas un partido. Siempre el mismo rival. Llegaba un momento
en que el juego consistía en retarte a meter la paliza más grande al equipo contrario.
Después del “Emilio Butragueño“
llegó el “Míchel” con jugadores con
nombres reales y una pantallita mierdera. Estamos hablando del germen del
primer “PCFútbol”. No estamos de
broma aquí.
Pero antes del PCFútbol toca hablar de otro grande del deporte rey en PC:
El “Microprose
Soccer”. Hablemos en plata y dejémonos de florituras y poesía. La Virgen
que juego. Podías jugar a fútbol sala. Y había un equipo de Buffalo más malo
que desayunar ganchitos con mermelada. Todavía lo recuerdo como algo mágico.
Jugar contra un equipo tras otro para caer a manos de Italia o Brasil. Jugar la
liga indoor y palmar contra Baltimore como una perra una y otra vez. Sin
embargo puedo decir, muy orgulloso, que llegué a dominar el juego y que de niño
no me poseía la furia asesina que me domina cada vez que me siento, hoy día,
ante el FIFA 14. Una obra de arte este “Microprose
Soccer”.
Y hasta aquí por hoy. Prometo seguir con el
repaso, más que nada para ejercitar memoria. La memoria RAM para bajar juegos,
porque alguno cae fijo este fin de semana.
Saludos pachangueros.
El "Altered beast" era un juego muy agradecido. Venía de regalo con la Sega Megadrive y había que ser muy cenutrio para no acabártelo al de pocos días. El "Golden axe" era más jodidillo, pero podrías recrearte eligiendo a la guerrera y haciendo que se agachara con su minúscula minifalda de piel de corte bárbaro. "Revenge of Shinobi" tenía también una musiquilla de lo más pegadiza, pero costaba pasar ciertas pantalla. Si tenías un día torpón no pasabas de la primera. Y luego había otros como el "Dick Tracy" que eran directamente imposibles y frustrantes.
ResponderEliminarQué tiempos, sí señor. Ahora me da algo ver a chavales en crecimiento que no se separan de ese horrendo aparato cancerígeno que es el teléfono móvil.
Postdata: me pone bastante la zagala esa sin photoshop del anuncio de Okey. Se la ve algo castigada por la mala vida, pero le da cierto encanto.
La chica del anuncio (de ser una chica) parece que te está ofreciendo metadona. Yo en el GOlden Axe era del enano. Los Shinobi y en general los juegos de ninjas son imposibles. Ahora, con todos los sitios para salvar pasan cosas como que, el otro día, jugando al Wolfeinstein nuevo, cuando me matan y me mandan a principio de nivel, me encabrono. Antes acabarte un juego era algo de lo que enorgullecerte.
EliminarEl enano era graciosete cuando le hacías coger carrerilla y...¡pumba! ostiazo al canto al malo de turno,no me acuerdo si con la cabeza o el hacha que llevaba.
EliminarAlgunos juegos eran verdaderamente encabronantes: en el "Dick Tracy" que te comento, ya podías estar con los cinco sentidos desde que empezabas, que los putos gangsters enseguida te daban matarile.
Creo que daba la ostiaca de cabeza o con el mango del hacha, dependiendo de algún factor X. Juego difícil recuerdo el Titus the Fox para PC. Uns puñetera tortura. Yo en cuanto las cosas se ponen complicadas abandono. En el Shinobi de recreativa (o era el ninja gaiden?), eché cinco duros, duré medio minuto y tararí. Nunca más.
EliminarEl "The revenge of Shinobi " era jodido, jodido.
EliminarMira que casualidad, hablando de "Altered beast":
http://www.scifiworld.es/gamers/sega-adaptara-varios-de-sus-juegos.html
Uff, una peli de Altered Beast.... miedo me da de que sea una obra maestra.
EliminarSuena a joya del séptimo arte.
EliminarQue la Playstation sea de tu cónyuge y que se acabe los God of War dice mucho de la suerte que tienes de poseer tal mujer. (Muéstrale tal frase, ganarás puntos) XD.
ResponderEliminarMi "jaca" me acompaña a cada Jungla de Cristal que estrenan en el cine y a mí esas cosas me llegan más a la patata que cualquier arrumaco.
Me he partido mucho y te animo febrilmente a que sigas con estos episodios que ya sabes que en algún momento te chorizaré tal idea.
Casi lloro con el Microprose Soccer. En mi caso también fueron importantes en mi educación los Kick Off y los Sensible Soccer. Donde quedarán aquellos juegos de fútbol en "plano cenital". Y el Emilio Butragueño lo viví en un Amstrad en aquellos monitores verdes moco de la época, un trauma.
Con los dineros que me dejé en El Altered Beast y en el Final Fight podría alimentar a todo Burundi. Aún recuerdo aquella transformación a lobo en el Altered Beast era cojonuda. En fin demasiados "rimembers" en fechas navideñas. No te olvides del Paperpoy en una de estas entradas, que juego más raro y que célebre se hizo el jodío XD. Un abrazo!
Aquí viene el momento chungo... nunca jugué al paperboy. En gran medida no he sido un jugador de clásicos, como comprobarás en la próxima edición. El que no hayan salas de juegos limita mucho la sociabilidad de la nueva generación.
EliminarObviando las recreativas, mi primer juego fue el "Oh Mummy" para un Amstrad CPC 464. Consistía en manejar a un explorador que tenía que rodear tumbas mientras evitaba momias al estilo pac-man. También tengo mitificados el MicroproseSoccer, el Sensible y el PCFútbol, pero el mejor juego de fútbol de la historia para mí es el "Matchday II".
ResponderEliminarJamás pensé que el microprose soccer hubiese llegado tan lejos. Pensé que era un jueguito semidesconocido. En la siguiente edición hablaré del PCFútbol porque fue un juego muy muy importante en la vida de todo futbolero que se precie.
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